¿Qué pasaría si entendiéramos la arquitectura como un actor más que nos acompaña en el ciclo de la vida?¿Podríamos entender la arquitectura como un ser vivo, un ser que no sólo “parasita” un entorno, sino que ofrece aportaciones? Estas preguntas son las que dan pie a los dos recorridos que se analizan y defienden en este PFC.
Para la primera pregunta, en un mundo donde la informática y la robotización nos abren nuevas oportunidades y modelos de desarrollo, ¿qué pasaría si pudiéramos desarrollar los edificios definiéndolos desde su base mediante códigos “genéticos”? Cambiando las reglas de juego, incluso de la representación tradicional arquitectónica, sustituyendo planos por “instrucciones”.
Para la segunda, podemos unir simbióticamente al medio la arquitectura, de manera que no sólo consuma energía, sino que aprovechamos las nuevas tecnologías para convertirla en una aportadora energética global, siendo capaz de aportar al entorno y a sí misma la energía necesaria para subsistir y crecer, a partir de la generación de hidrógeno.
Para la primera pregunta, en un mundo donde la informática y la robotización nos abren nuevas oportunidades y modelos de desarrollo, ¿qué pasaría si pudiéramos desarrollar los edificios definiéndolos desde su base mediante códigos “genéticos”? Cambiando las reglas de juego, incluso de la representación tradicional arquitectónica, sustituyendo planos por “instrucciones”.
Para la segunda, podemos unir simbióticamente al medio la arquitectura, de manera que no sólo consuma energía, sino que aprovechamos las nuevas tecnologías para convertirla en una aportadora energética global, siendo capaz de aportar al entorno y a sí misma la energía necesaria para subsistir y crecer, a partir de la generación de hidrógeno.
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